La gente no sabe que una vez el cuerpo congelado de Walt Disney estuvo guardado en la cancha de Guaraní Antonio Franco. Inclusive, desconocen que un día se despertó y caminó por la ciudad. Es una historia curiosa, que vale la pena recordar…
Corría mayo de 2007 y el estadio de Guaraní estaba siendo preparado para la visita de un icono de la música melódica: Sergio Denis. El escenario lo estaban construyendo sobre una de las áreas del campo de juego y en la secretaría del club, que está ubicada bajo la tribuna César Napoleón Ayrault, había varios refrigeradores guardando las bebidas y alimentos que se iban a vender esa noche. En uno de ellos se encontraba oculto bajo una montaña de latas de cerveza el cuerpo de Walt Disney congelado; no se sabe bien cómo y por qué llegó ahí, pero era él. De repente, las paredes del salón presenciaron algo insólito: la tapa del refrigerador se alzó y de entre el hielo emergió la figura del director estadounidense que, sobresaltado, se había despertado de su sueño tras varias décadas. Disney observó extrañado el lugar y se quedó dubitativo al ver la puerta entreabierta, ¿dónde estaba, acaso sería la casa de su hermano?, ¿qué pasaba si recorría las instalaciones?, tras analizarlo fríamente por un momento decidió salir a explorar.
Afuera lo esperaban un pasillo solitario y tras él un portón que da al interior de la cancha, en una zona donde hay baños y el acceso a una platea. Allí vio a un hombre hablándole en voz alta a una especie de barra de chocolate desde la que salían alguno sonidos, esto le dio temor y por un instante pensó que había sido raptado por comunistas, pero pronto desechó la idea porque el sujeto raro no parecía soviético (más bien le recordaba a un inmigrante latino que había trabajado en los Estudios); lo que Disney no sabía era que estaba presenciando al paradigma de la comunicación en el siglo XXI: ni más ni menos que el teléfono celular. Contempló la escena por unos minutos escondido detrás de una columna y cuando el latino finalmente se fue, continuó su recorrida por el lugar. Pronto reconoció que era una cancha de “soccer” (aunque no identificó el equipo) y caminó hasta una de las entradas, allí se detuvo nuevamente al ver otra situación que le llamó la atención. En la puerta había algunos periodistas de la televisión entrevistando a una persona, pero los camarógrafos tenían artefactos pequeños con luces brillantes y algunos reporteros usaban otras barras de chocolate en vez de micrófonos. Walt, pobre Walt, no sabía que las cámaras eran digitales (y permitían grabar más cosas, con buena calidad y con practicidad) y que de vuelta los celulares habían entrado en acción (ahora con su función de captar sonidos). Asomó la cabeza evitando que lo vieran y llegó a escuchar: “…sí, esperamos una gran respuesta del público, esta noche va a ser inolvidable. Gracias.”, las palabras provenían del entrevistado que luego de decirlas se marchó junto con los demás. Atónito, Disney pensó que sería mejor si caminaba por la ciudad para ver en dónde estaba, antes corroboró que su traje se hubiese mantenido intacto pese al tiempo, se alineó el pelo y entonces sí, salió a la calle.
Transitando desde Villa Sarita hacia el centro de Posadas el padre de Mickey fue observando cosas que no dejaban de sorprenderlo. En el techo de una casa había algo así como un plato volador pequeño que apuntaba al cielo y tenía escrito “Direc TV” en su parte inferior, dedujo que sería algo relativo a la televisión pero no pudo imaginarse qué y pasó rápidamente por el lugar con temor a que en realidad fuese algún artefacto raro de espías rusos. ¡Qué iba imaginarse Disney que 40 años después de su congelamiento el hombre ya había llegado a la luna y cientos de objetos llamados “satélites” inundaban el espacio, y que uno de ellos transmitía las señales televisivas a ese plato! Unos metros más adelante se encontró con un grupo de chicos sentados en la puerta de otro hogar escuchando música fuerte a través de un aparato no muy grande que se dejaba ver desde el interior, “debe ser un tocadiscos sofisticado” se dijo a sí mismo para entender lo que veía (se trataba de un radio-grabador), pero lo que más le llamó la atención fue que uno de los jóvenes estaba haciendo movimientos con los dedos en otro chocolate (blanco éste) como si pudiese escribir sobre él (claro, el celular había vuelto a aparecer, aunque con sus mensajes de textos). Al llegar al centro empezó a deambular por Junín y le causó conmoción ver que entre los colectivos, llamativamente diferentes a los que solía conocer, había algunos que tenían letras que se encendían y apagaban como luces y, en efecto, se trataba de los carteles eléctricos del Sistema Integrado de Transporte que informaban el destino del coche.
Corría mayo de 2007 y el estadio de Guaraní estaba siendo preparado para la visita de un icono de la música melódica: Sergio Denis. El escenario lo estaban construyendo sobre una de las áreas del campo de juego y en la secretaría del club, que está ubicada bajo la tribuna César Napoleón Ayrault, había varios refrigeradores guardando las bebidas y alimentos que se iban a vender esa noche. En uno de ellos se encontraba oculto bajo una montaña de latas de cerveza el cuerpo de Walt Disney congelado; no se sabe bien cómo y por qué llegó ahí, pero era él. De repente, las paredes del salón presenciaron algo insólito: la tapa del refrigerador se alzó y de entre el hielo emergió la figura del director estadounidense que, sobresaltado, se había despertado de su sueño tras varias décadas. Disney observó extrañado el lugar y se quedó dubitativo al ver la puerta entreabierta, ¿dónde estaba, acaso sería la casa de su hermano?, ¿qué pasaba si recorría las instalaciones?, tras analizarlo fríamente por un momento decidió salir a explorar.
Afuera lo esperaban un pasillo solitario y tras él un portón que da al interior de la cancha, en una zona donde hay baños y el acceso a una platea. Allí vio a un hombre hablándole en voz alta a una especie de barra de chocolate desde la que salían alguno sonidos, esto le dio temor y por un instante pensó que había sido raptado por comunistas, pero pronto desechó la idea porque el sujeto raro no parecía soviético (más bien le recordaba a un inmigrante latino que había trabajado en los Estudios); lo que Disney no sabía era que estaba presenciando al paradigma de la comunicación en el siglo XXI: ni más ni menos que el teléfono celular. Contempló la escena por unos minutos escondido detrás de una columna y cuando el latino finalmente se fue, continuó su recorrida por el lugar. Pronto reconoció que era una cancha de “soccer” (aunque no identificó el equipo) y caminó hasta una de las entradas, allí se detuvo nuevamente al ver otra situación que le llamó la atención. En la puerta había algunos periodistas de la televisión entrevistando a una persona, pero los camarógrafos tenían artefactos pequeños con luces brillantes y algunos reporteros usaban otras barras de chocolate en vez de micrófonos. Walt, pobre Walt, no sabía que las cámaras eran digitales (y permitían grabar más cosas, con buena calidad y con practicidad) y que de vuelta los celulares habían entrado en acción (ahora con su función de captar sonidos). Asomó la cabeza evitando que lo vieran y llegó a escuchar: “…sí, esperamos una gran respuesta del público, esta noche va a ser inolvidable. Gracias.”, las palabras provenían del entrevistado que luego de decirlas se marchó junto con los demás. Atónito, Disney pensó que sería mejor si caminaba por la ciudad para ver en dónde estaba, antes corroboró que su traje se hubiese mantenido intacto pese al tiempo, se alineó el pelo y entonces sí, salió a la calle.
Transitando desde Villa Sarita hacia el centro de Posadas el padre de Mickey fue observando cosas que no dejaban de sorprenderlo. En el techo de una casa había algo así como un plato volador pequeño que apuntaba al cielo y tenía escrito “Direc TV” en su parte inferior, dedujo que sería algo relativo a la televisión pero no pudo imaginarse qué y pasó rápidamente por el lugar con temor a que en realidad fuese algún artefacto raro de espías rusos. ¡Qué iba imaginarse Disney que 40 años después de su congelamiento el hombre ya había llegado a la luna y cientos de objetos llamados “satélites” inundaban el espacio, y que uno de ellos transmitía las señales televisivas a ese plato! Unos metros más adelante se encontró con un grupo de chicos sentados en la puerta de otro hogar escuchando música fuerte a través de un aparato no muy grande que se dejaba ver desde el interior, “debe ser un tocadiscos sofisticado” se dijo a sí mismo para entender lo que veía (se trataba de un radio-grabador), pero lo que más le llamó la atención fue que uno de los jóvenes estaba haciendo movimientos con los dedos en otro chocolate (blanco éste) como si pudiese escribir sobre él (claro, el celular había vuelto a aparecer, aunque con sus mensajes de textos). Al llegar al centro empezó a deambular por Junín y le causó conmoción ver que entre los colectivos, llamativamente diferentes a los que solía conocer, había algunos que tenían letras que se encendían y apagaban como luces y, en efecto, se trataba de los carteles eléctricos del Sistema Integrado de Transporte que informaban el destino del coche.
Tras varias cuadras decidió girar a la izquierda y se encaminó por Bolívar rumbo al lugar que más lo extrañó. De repente se encontró con una muchedumbre que iba de aquí para allá a las puertas de un edificio enorme que se llamaba “Posadas Plaza Shopping”. Se detuvo por un buen rato y pudo ver cosas increíbles: jóvenes que en las orejas tenían unos pequeños auriculares conectados a tubitos metálicos que colgaban de sus hombros (eran IPods) y meneaban las cabezas de un lado al otro, gente que entraba y salía de algunos locales donde las puertas se abrían solas al acercarse una persona, muchachas tomando fotos con cámaras realmente chicas que no parecían tener lugar para el rollo (eran digitales, claro), algún que otro hombre con traje que parecía anotar cosas sobre una suerte de pantalla con un lápiz especial (las Palms) y por supuesto más y más celulares (ya no sabía bien si eran chocolates u otro invento de los espías). En las vidrieras había artefactos rarísimos: televisores muy planos, cajas de longitud moderada en donde algunos trabajadores del lugar ponían algo así como discos en miniatura (reproductores de DVD) y hasta pequeñas cajitas con botones colocadas bajo el cartel “Calculadoras Digitales”. También le llamaron la atención unos semáforos extraños que en vez de luces emitían sonidos y en donde parecían dibujarse imágenes (eran los semáforos para ciegos de la calle “Paseo”). ¿Qué era todo eso? La gente ya no andaba por las calles solamente, sino que a la vez tenían conductas pendientes de los objetos en todo momento, como si fuesen imprescindibles. Walt se sintió desorientado ante tanta tecnología y decidió emprender el regreso.
Desde chico había practicado la técnica de caminar por muchos lugares y con la mente ir reteniendo el recorrido para luego regresar, así que no tuvo inconvenientes para retornar a la cancha de Guaraní. No había nadie en la entrada así que ingresó rápidamente. Cuando estaba caminando por el pasillo vio una luz en el cuarto anterior al que guardaba los refrigeradores y se acercó sigilosamente. Allí vio a una mujer sentada frente a una pantalla rodeada de más artefactos llamativos, uno de los cuales expulsó unas hojas que ella colocó en una carpeta. La dama movía los dedos en un teclado similar al de la máquina de escribir que Walt solía tener en su oficina y las letras se iban reflejando en el monitor, mientras tanto de una aparatitos a los costados emergía una música que envolvía la habitación. Repentinamente, la mujer movió algo parecido a un ratón de juguete (aunque mal recreado) y las letras desaparecieron dando lugar a una imagen llena de cuadraditos, eran como ventanitas ubicadas una al lado de la otra bajo las cuales había un dibujo, como una especie de fondo de la pantalla. Disney se sorprendió al ver que ese fondo era nada más y nada menos que el rostro de Pluto hablando por uno de los chocolates. Definitivamente las cosas habían cambiado. Silenciosamente se dirigió al freezer, corrió las latas de cerveza y se recostó nuevamente en su lecho. Era demasiado por un solo día.
Desde chico había practicado la técnica de caminar por muchos lugares y con la mente ir reteniendo el recorrido para luego regresar, así que no tuvo inconvenientes para retornar a la cancha de Guaraní. No había nadie en la entrada así que ingresó rápidamente. Cuando estaba caminando por el pasillo vio una luz en el cuarto anterior al que guardaba los refrigeradores y se acercó sigilosamente. Allí vio a una mujer sentada frente a una pantalla rodeada de más artefactos llamativos, uno de los cuales expulsó unas hojas que ella colocó en una carpeta. La dama movía los dedos en un teclado similar al de la máquina de escribir que Walt solía tener en su oficina y las letras se iban reflejando en el monitor, mientras tanto de una aparatitos a los costados emergía una música que envolvía la habitación. Repentinamente, la mujer movió algo parecido a un ratón de juguete (aunque mal recreado) y las letras desaparecieron dando lugar a una imagen llena de cuadraditos, eran como ventanitas ubicadas una al lado de la otra bajo las cuales había un dibujo, como una especie de fondo de la pantalla. Disney se sorprendió al ver que ese fondo era nada más y nada menos que el rostro de Pluto hablando por uno de los chocolates. Definitivamente las cosas habían cambiado. Silenciosamente se dirigió al freezer, corrió las latas de cerveza y se recostó nuevamente en su lecho. Era demasiado por un solo día.